necesidad, demanda, deseo

El bebé nace desvalido. Es un animalito prematuro: no puede moverse, alimentarse, sobrevivir. No es consciente de su entorno ni de sí mismo. Y todavía le faltan muchos meses de desarrollo neurológico (el cerebro humano sigue creciendo: de los 300 gramos al nacer hasta los 1.400 de media al llegar a los 30 años)

Esta situación de completa dependencia deja al bebé en manos de los otros, del Otro. El bebé es «secuestrado» por quienes se hacen cargo de su cuidado, típicamente su madre u otra persona que haga esta función. Igualmente, incluso desde antes de nacer, el bebé queda encajado en las redes del lenguaje. Sus padres hablan de él o ella («ojalá salga sano», «me gustaría que heredase el talento creativo de su abuela», «se llamará Tal o Cual»… y tantas conversaciones que envuelven el embarazo referidas a la criatura y que ya, desde la posición (gustos, miedos, ilusiones, ambiciones…) de los otros lo van definiendo. El animalito humano es también «secuestrado» por el lenguaje. La lengua de los padres y los valores que contienen su manera de hablar.

NECESIDAD

Lacan supone que se da una primera fase en el desarrollo del bebé en la que es un animalito que experimenta sus necesidades fisiológicas: hambre, sed, calor, irritación de la piel, trastorno gástrico, sueño, fiebre… En este hipotético momento, el bebé reclama sus necesidades de forma también fisiológica, básicamente llorando o berreando.
Seguramente, esta fase mítica puede ser intuida en momentos de nuestra vida adulta en que experimentamos una intensa y urgente necesidad orgánica.

DEMANDA

La necesidad fisiológica del bebé es atendida por los otros (por ejemplo, la madre) que son seres hablantes y al recibir el llanto lo traducen a palabras. «Debe tener hambre», «la veo más pálida que ayer». Y además de satisfacer la necesidad (cambio de pañal, teta, biberón…) envuelven su respuesta con lenguaje. «Gu-gu-gu», «¿cómo está mi reina?», «aquí está mamá», «mi príncipe».
La mamá regala alimento pero también palabras. Palabras de amor, de cariño, de atención. A esta interacción Lacan la llama demanda. Se diferencia de la necesidad en que ya no es solo física sino psíquica. El bebé ya no es solo un animalito, ahora accede al ámbito humano.

DESEO

Pero la demanda nunca llega a ser satisfecha del todo. Al haber accedido al lenguaje como vehículo de interacción, el bebé humano ha perdido el contacto directo y pleno con la Naturaleza, con el cuerpo, con la realidad. Sus necesidades están revestidas de palabras y las palabras son mediadoras, son intérpretes.
Al resto que queda siempre insatisfecho Lacan le llama deseo.
El deseo es inconsciente. No se trata de desear una pulsera así, o de viajar en verano o de ligar con nueva app de citas o de cambiar de trabajo o de dormir ocho horas o de aprobar un examen o… Los cien, mil, deseos que nos movilizan son expresión de un mecanismo que queda instalado en nuestro psiquismo cuando pasamos de ser animalitos con necesidades a bebés humanos que interactuamos dentro del lenguaje.

Algunos conceptos claves:

  • El deseo es inconsciente.
  • El deseo es el deseo del Otro. Los otros nos contagian de su deseo. Los padres, la pareja, nuestro entorno, nos inculcan su deseo.
  • El deseo mal gestionado genera síntomas.
  • El análisis busca identificar cuál es nuestro deseo (reprimido, ocultado, desvalorizado…) y reconocer cómo estamos cargando con los deseos de nuestro entorno.
  • El deseo puede ir a contracorriente y por tanto puede ser difícil de asumir.
  • El deseo es una opción ética. Esto quiere decir que es el resultado de una afirmación o posicionamiento personal, que no tiene por qué coincidir con la moral. La moral es el conjunto de reglas y valores de un grupo (religión, familia, ideología), la ética es una formulación individual.
  • El deseo es un mecanismo que mantiene vivo el psiquismo. Es un motor. Por esto se dice que el deseo más importante es el deseo del deseo. Si se apaga el mecanismo del deseo, nos deprimimos, nos «morimos» psicológicamente.
  • El deseo circula. Se mueve.
  • El capitalismo explota este mecanismo constitutivo del psiquismo humano y lo amplifica artificialmente mediante la publicidad y todo tipo de estímulos al consumo haciéndonos creer que comprar tal o cual cosa nos proporciona algún tipo de felicidad.
  • Sin embargo, el deseo no puede ser satisfecho. Esta es la principal diferencia con la pulsión freudiana. La pulsión sexual se satisface cada vez que encuentra el objeto que la suscita.
  • El deseo está basado en la falta. Somos seres deseantes porque somos seres a los que nos falta. Nos falta algo, lo que está más allá del lenguaje que nos ha «secuestrado» de por vida y marca los límites de nuestra experiencia psíquica. De ahí viene la fantasía romántica de la media naranja. No hay media naranja que nos complete porque somos seres faltantes por naturaleza. Nuestra falta es estructural.
  • Las patologías (neurosis, psicosis, perversión) son el resultado de las diferentes maneras de posicionarse frente a la falta

Así como Freud se basó en el teatro griego clásico para dar nombre a su teoría del complejo de Edipo, también Lacan recuperó una tragedia griega del mismo autor, Sófocles, para explicar su concepto de deseo como opción ética. La obra es Antígona y cuenta cómo esta mujer antepone su decisión a las leyes hasta las últimas consecuencias