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Según Chomsky y seguidores suyos como Steve Pinker, el lenguaje es una capacidad innata en los seres humanos. Esta hipótesis defiende que el proceso evolutivo habría desarrollado un dispositivo cerebral para la adquisición del lenguaje, que por tanto formaría parte de nuestro equipamiento genético.
Este innatismo se demostraría en una llamada gramática universal, compartida por todas las lenguas que se reduce a unas pocas reglas a partir de las que los hablantes de las distintas lenguas pueden generar infinitas frases sin necesidad de conocimientos gramaticales.
Sin embargo, los casos de los niños salvajes (también llamados asalvajados, ferales o cimarrones) cuestionan el carácter absoluto de tal hipótesis.
Están documentadas unas 70 historias de niños abandonados a muy temprana edad, que sobrevivieron al cuidado de algún grupo animal (orangutanes, perros, gallinas…) que los adoptó como parte de la manada.
En general, estos niños no consiguieron hablar a pesar del empeño educativo de reinserción puesto por instituciones, particulares, filántropos y personal sanitario.
Esto parece indicar que el lenguaje humano es una habilidad que no puede ser adquirida más allá de una determinada edad.
No existe consenso o conclusión definitiva sobre la interpretación científica que se desprendería de toda esta documentación debido a la poca precisión de los datos. En muchos casos no se sabe con exactitud a qué edad y en qué condiciones fueron abandonados estos niños. Con todo, puede establecerse como hipótesis que los niños que fueron abandonados a una edad en la que ya habían adquirido el lenguaje pudieron ser socializados y recuperaron la competencia lingüística. Al contrario, quienes fueron abandonados o aislados en la primera infancia no pudieron aprender a hablar ni socializar como cualquier otro humano.
Entre los casos más conocidos o llamativos están:
- el niño de Aveyron, apresado en un bosque del sur de Francia en 1790, cuando tenía 11 o 12 años. Los esfuerzos del médico que lo adoptó y educó no consiguieron que el niño, al que nombró Víctor, hablase. Esta historia inspiró la película El niño salvaje, dirigida en 1969 por Truffaut. Puede verse la versión completa en Internet Archive.
- Kaspar Hauser, a principios del siglo XIX. Apareció en una ciudad alemana cuando tenía unos 16 años y se ignoran las condiciones de su nacimiento (quizás hijo ilegítimo de algún noble), infancia (apuntan a un severo cautiverio) y muerte (tal vez fue asesinado) Kaspar Hauser ha inspirado numerosas obras artísticas (la más famosa, la película El enigma de Kaspar Hauser de 1974) e incluso da nombre a un experimento científico que investiga hasta qué punto la conducta animal es instintiva o adquirida. Algunas investigaciones consideran que todo fue una impostura .

- Genie Wiley, nacida en 1957 en Los Angeles. Aislada y maltratada hasta los 13 años. Fue tratada en varias instituciones y por diversos especialistas durante años. Aprendió a unir algunas palabras pero no fue incapaz de adquirir la capacidad gramatical de construir frases.

- La niña pollo, nacida en 1971 en Coimbra y encerrada en un gallinero hasta los 6 años. Se comunicaba y comportaba como una gallina, con las que compartía su comida.

- la niña Rochom P’nieng, nacida en 1979, se perdió en la jungla donde vivió casi 20 años hasta que fue encontrada en los bosques de Camboya en 2007. No recuperó el lenguaje.

- una niña-lobo encontrada en Rusia en 2007,
- una niña-perro encontrada en Siberia en 2009
La historia de Marie-Angélique Memmie Le Blanc (1712-1775), conocida como la niña de Songy, se distingue de todas las anteriores por cuanto es un caso exitoso de reeducación y reinserción. Se trata de una niña de una tribu india de Nueva Francia (EEUU) trasladada como esclava a Francia, donde fue capturada en un bosque a los 19 años tras haber pasado diez años en estado salvaje con otra niña. No solo aprendió a hablar y escribir francés sino que consiguió una buena posición social tras ser monja durante unos años. Murió en París a los 63 años.
El éxito en la socialización de esta niña salvaje parece deberse a que había adquirido el lenguaje en su infancia y a que pasó los diez años en el bosque con otra niña, entre las que debió de mantenerse la comunicación hablada.
Su caso se recoge en el libro La niña salvaje (2021)
El caso de Marina Chapman es comparable. Se recoge su historia, contada por ella misma, en el libro La chica sin nombre.
Según Marina, fue secuestrada y abandonada en la selva colombiana cuando tenía 5 años y pasó otros 5 años adoptada y alimentada por un grupo de monos capuchinos hasta que fue rescatada por unos cazadores. Después de diversas peripecias, llegó como niñera a Inglaterra en los años 70. Allí se casó y formó una familia como una ciudadana inglesa más.
La fotógrafa Julia Fullerton-Batten realizó en 2015 un trabajo llamado Feral Children, formado de 15 foto composiciones que recrean otras tantas historias reales de niños salvajes:

Wikipedia recoge un impresionante listado pormenorizado de más de 70 casos, clasificados por animales junto a los que presuntamente se criaron: monos, lobos, perros, osos, ovejas, cabras.
Muchas de estas historias no han sido suficientemente documentadas o contrastadas y algunas pueden ser resultado de una mixtificación como la que produjo el mito de Rómulo y Remo o cuentos como El libro de la selva creado por Rudyard Kipling.
En la mayoría de casos, son resultado de abandono o diferentes tipos de abuso.
Los llamados niños salvajes suelen citarse como ejemplo de la existencia del llamado periodo crítico, hipótesis del lingüista Eric Lenneberg según la cual el lenguaje y las habilidades sociales no pueden adquirirse plenamente en los primeros años de vida.