Freud, Otto Rank y Alfred Adler eran austríacos, Wilhelm Reich era natural de Ucrania, Erich Fromm era alemán, Sándor Férenczi húngaro, Carl Jung suizo.
El psicoanálisis, perseguido o despreciado en la Europa central por nazismo y comunismo, se extendió por el mundo anglosajón con el empuje de Anna Freud, Winnicott o Melanie Klein.
Hoy queda poco de este cosmopolitismo: parece que sólo en Argentina y Francia (herencia de Lacan difundida por Jacques-Alain Miller) puede estudiarse Psicoanálisis en la Universidad.
«Viena fue al mismo tiempo el origen del sionismo, del socialismo, del psicoanálisis y de los movimientos de emancipación socialdemócrata marxista. Todos compartían la ambición de cambiar el mundo mientras estaban encerrados en un tiempo inmóvil. Porque Viena era una capital congelada en su historia, con este imperio moribundo que, sin embargo, permitía una increíble libertad a las minorías de todo el imperio. Fue este crisol cultural el que dio origen a todos estos movimientos, incluso el psicoanálisis.
Por supuesto, en Viena está el Museo Freud, un lugar de memoria que visito con frecuencia. Pero el otro está en Londres. Cuando abandonó Viena en 1938, Freud se llevó consigo: sus muebles, sus libros, sus archivos, sus manuscritos. Actualmente, su departamento en Viena (19 Berggasse) es un museo de sus orígenes, un lugar virtual de la memoria donde se organizan exposiciones, simposios, etc. Pero los psicoanalistas ya no están allí. El Museo Freud de Londres es un museo lleno de recuerdos de Viena, pero demuestra que el psicoanálisis es anglosajón. Allí en Londres, Freud y su familia han reconstruido el ambiente de Viena, lo que resulta fascinante para un historiador. Todo esto simboliza el despojo, la desposesión del psicoanálisis que tuvo lugar en Europa Central.» (Élisabeth Roudinesco)