El psicoanálisis clásico tiene difícil encaje con el nuevo paradigma epistemológico feminista. Desde el Edipo y la castración freudianos a los esquemas de sexuación lacanianos.
Ejemplo: la histeria. Resulta imposible mantener los supuestos que maneja Freud cuando interpreta el mítico caso Dora, en el que lee la represión sexual (el encuentro traumático con la sexualidad) donde hay un abuso de manual. Que entonces no era abuso: no existían.
De la histeria (retirada oficialmente del DSM) ha quedado los TLP, Trastornos Límite de Personalidad o borderline. Cambio de nombre, parecidos prejuicios. La misma cultura patriarcal, la misma resistencia, la misma represión ideológica y conductual. Pero lo reprimido regresa como síntoma. Donde la neurología tenía la histeria ahora la psiquiatría tiene TLP. Y el psicoanálisis, de perfil. O dividido entre distintas estrategias de modernización.
Una cita (por supuesto, de una mujer). Casi todas las reflexiones interesantes sobre histeria o TLP son escritas por mujeres:
El diagnóstico de histeria, que tuvo su apogeo en una época de especial represión sexual contra las mujeres, está en desuso, pero la medicina (en particular, la psiquiatría) ha encontrado un nuevo cajón de sastre en los trastornos de personalidad y, más en concreto, en el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), también conocido como borderline. El TLP es una etiqueta en auge que cada vez se diagnostica más y más temprano. Y también es tremendamente controvertida, incluso entre las profesionales, algunas de las cuales, consultadas por esta periodista, la consideran estigmatizante y poco útil a escala terapéutica. En primer lugar, como otras etiquetas psiquiátricas, individualiza el dolor obviando la historia de la paciente y su contexto. Esconde, en muchos casos, narraciones de experiencias traumáticas, frecuentemente violencias y abusos tanto en la infancia como en la edad adulta. En segundo lugar, es una etiqueta que recae en mujeres en hasta un 75 por ciento de los casos, según la Asociación Española de Familiares de Afectados por TP/TLP.
Relatos en primera persona de personas etiquetadas con TLP reconocen haber sufrido violencia machista: abusos sexuales, violación, maltrato; o violencia en su entorno familiar a edades tempranas por parte de su progenitor o familiares. La fotógrafa Leila Amat es una de ellas. “Yo no tenía TLP, tenía un maltratador arruinándome la vida y me diagnosticaron que estaba trastornada. ¡Cuántas así!”, relata. Amat asegura que creyó su diagnóstico y durante años se identificó con él; incluso, se puso en manos de profesionales con especialización en TLP. Un día dejó de creer: “Nos quieren locas y enfermas para que no nos enteremos de que estamos subyugadas a un sistema que nos maltrata de forma sistémica, desde lo íntimo, lo popular y lo estatal. Y si te rebelas, pastillicas. Trastornada, que eres una trastornada. No existen los trastornos, existen las opresiones”.