Categoría: Freud

  • déjà vu, déjà raconté

    déjà vu, déjà raconté

    DÉJÀ VU

    Los déjà vu no son ni enfermedad ni síntoma patológico. Existen tres tipos (ya visto, ya sentido, ya vivido) e incluso existe un contrario: lo nunca visto o jamais vu: creemos no haber visto algo que en realidad sí habíamos visto)

    El déjà vu es un tipo de paramnesia o alteración de la memoria. Un falso recuerdo. Una conexión neuronal fallida.
    Lo mismo que los sentidos nos pueden jugar malas pasadas o engañarnos (ilusiones ópticas: de los dibujos de Escher al arte callejero), también la memoria.

    En realidad, toda la ciencia se basa en la desconfianza hacia los sentidos. Ahí arranca el principio cartesiano que hizo posible el pensamiento científico: «dudo de lo que las percepciones sensoriales (acústicas, visuales…me muestran); la única certeza es que pienso») El conocimiento ya no estará basado en Dios (teología) o en la experiencia (sentido común) sino en el pensamiento. Descartes: «pienso, luego existo».
    O sea: tampoco podemos estar seguros de lo que nos muestra la memoria, tal como demuestran los déjà vu.


    Suele distinguirse el déjà vu común (la mayoría de personas lo han vivido alguna vez) del déjà vu crónico (debido al estrés, agotamiento y estados de carencia o debilidad orgánicas; en casos más graves, a una esquizofrenia, epilepsia o consumo de drogas).
    Las hipótesis sobre este fenómeno apuntan al carácter relacional de la memoria. Asociamos detalles o fragmentos de estos recuerdos, de tal forma que una escena puede parecernos repetición de una anterior cuando en realidad solo tienen en común detalles concretos.
    Y es que cada recuerdo es una suma de elementos, que pueden recuperarse y asociarse de forma independiente.


    DÉJÀ RACONTÉ

    Los déjà raconté («ya contado») son un tipo de criptomnesia, una disfunción de la memoria acuñada por Theodore Flournoy y después Jung.
    Se trata de una forma de plagio inconsciente. Nos pasa cuando expresamos algo como original y propio cuando en realidad es ajeno y anterior: nos hemos olvidado de que ya lo habíamos visto o leído.
    La web Plagiarism Today es un recopilatorio actualizado de presuntos plagios, entre insólitos, patéticos y cómicos. Ronald Reagan o George Harrison protagonizaron algunos de los más sonados.


    ¿Y EL PSICOANÁLISIS?

    Apenas se ha interesado por estas disfunciones de la memoria, aunque implican mecanismos inconscientes (sería más preciso decir preconscientes) de borrado u olvido que podrían compararse con el mecanismo fundacional de la represión. Sin embargo, Freud, mientras alumbraba la Primera Tópica y definía la Represión (digamos entre 1913 y 1915), publicó un caso de espejismo alucinatorio en el que el éxito de interpretación se basaba en el desciframiento de un déjà vu (o como él prefiere denominar déjà raconté)

    En 1914 publicó el artículo Acerca del fausse reconnaissance («dejà raconté») en el curso del trabajo psicoanalítico, una de las pocas veces en que se refirió explícitamente a la experiencia tan común del déjà vu.
    En el artículo define esta experiencia como «la reanimación de un recuerdo inconsciente». Textualmente.


    Acerca del fausse reconnaissance («dejà raconté») en el curso del trabajo psicoanalítico

    No es raro que en el curso del trabajo analítico el paciente acompañe con esta acotación la comunicación de un hecho por él recordado: «Pero si ya se lo he contado», cuando uno mismo cree estar seguro de no haberle escuchado nunca ese relato. Y si uno le exterioriza al paciente esta contradicción, él a menudo asegurará con energía que lo sabe con total certidumbre, que está dispuesto a jurarlo, etc.; pero en esa misma medida se fortalece el convencimiento propio acerca de la novedad de lo escuchado. Sería de todo punto apsicológico querer decidir esa polémica acallándolo o sobrepujándolo con una aseveración solemne. Es bien sabido que un tal sentimiento de convicción acerca de la fidelidad de la memoria no tiene ningún valor objetivo; y puesto que uno de los dos necesariamente tiene que estar equivocado, puede ser tanto el médico como el analizado la víctima de la paramnesia {Paramnesie}. Uno se lo concede entonces al paciente, interrumpe la polémica y desplaza su tramitación para una posterior oportunidad.

    En una minoría de casos, uno mismo se acuerda de haber escuchado ya la cuestionada comunicación y simultáneamente descubre el motivo subjetivo, harto rebuscado muchas veces, de su desechamiento temporario. Pero en la gran mayoría de los casos es el paciente quien se ha equivocado, y además es posible moverlo a que lo entienda. La explicación de este hecho frecuente parece ser que él en efecto tuvo ya el propósito de hacer esa comunicación, que en efecto una o varias veces hizo una exteriorización preparatoria, pero luego fue disuadido, por la resistencia, de ejecutar su propósito, y entonces confunde el recuerdo de la intención con el de la ejecución.

    Ahora dejo de lado todos los casos en que el estado de la causa pudo quedar sujeto a alguna duda, y pongo de relieve otros que poseen un particular interés teórico. Pues bien: en ciertas personas sucede, y por cierto repetidas veces, que, a raíz de comunicaciones respecto de las cuales la situación toda vuelve por entero imposible que tengan razón, sustentan con particular empecinamiento la afirmación de haber contado ya esto o estotro. Lo que pretenden haber referido antes, y que ahora reconocen como algo antiguo que también el médico tendría que saber, son, además, recuerdos de supremo valor para el análisis, corroboraciones que uno esperó durante largo tiempo, soluciones que ponen término a un fragmento del trabajo y a las cuales el médico analizador con seguridad habría anudado elucidaciones profundas. En vista de tales circunstancias, el propio paciente admite enseguida que su recuerdo tiene que haberlo engañado, aunque no puede explicarse su nitidez.

    El fenómeno que el analizado ofrece en estos casos merece ser designado «fausse reconnaissance» {« reconocimiento falso»}, y es por entero análogo a los otros casos en que uno tiene de manera espontánea esta sensación: «Ya una vez estuve en esta situación», «Ya he vivenciado esto» (lo «déíà vu» {«ya visto»}), sin que uno atine a certificar esa convicción por el redescubrimiento de aquella vez anterior en la memoria. Es sabido que este fenómeno ha suscitado una multitud de intentos explicatorios que, en general, se pueden reunir en dos grupos. En uno de ellos se da crédito a la sensación contenida en el fenómeno y se supone que realmente se ha recordado algo; la cuestión es saber qué. En un grupo muchísimo más numeroso entran aquellas explicaciones para las cuales, en cambio, estamos aquí frente a un espejismo del recuerdo; se les plantea entonces la tarea de pesquisar cómo se pudo llegar a esa operación fallida paramnésica. Por otra parte, estos intentos abarcan un vasto círculo de motivos, comenzando por la antigua concepción, atribuida a Pitágoras, de que el fenómeno de lo déjà vu contiene la prueba de una existencia individual anterior; siguiendo por la hipótesis de base anatómica (propuesta por Wigan en 1860 de que se debe a una recíproca divergencia temporal en la actividad de los dos hemisferios cerebrales, hasta llegar a las teorías puramente psicológicas de la mayoría de los autores recientes, quienes ven en lo déjà vu la exteriorización de una falla aperceptiva, cuyos responsables son la fatiga, el agotamiento, la dispersión.

    Grasset ha dado en 1904 una explicación de lo déjà vu que es preciso incluir entre las que «dan crédito». A su juicio, el fenómeno indica que en algún momento anterior se hizo una percepción inconciente que sólo ahora, bajo el influjo de una impresión nueva y parecida, alcanza la conciencia. Muchos autores lo han seguido en esto, sosteniendo que la base del fenómeno es el recuerdo de algo soñado, olvidado. En ambos casos se trataría de la reanimación de una impresión inconciente.

    En 1907, en la segunda edición de mi Psicopatología de la vida cotidiana sustenté una explicación enteramente semejante sobre la supuesta paramnesia, sin conocer ni citar el trabajo de Grasset. Acaso valga para mi disculpa el hecho de que yo obtuviera mi teoría como resultado de una indagación psicoanalítica que pude emprender en un caso muy nítido, pero que data ya de unos veintiocho años, de déjà vu en una paciente. No repetiré aquí ese pequeño análisis. Su conclusión fue que la situación en que sobrevino lo déjà vu era realmente apropiada para despertar el recuerdo de una vivencia anterior de la paciente analizada. En la familia en cuya casa estaba de visita ella, que era por entonces una niña de doce años, uno de los hermanos se hallaba gravemente enfermo y corría riesgo de muerte; y el propio hermano de la niña había estado pocos meses antes en igual peligro. Pero a este rasgo común se había anudado en el caso de la primera de esas vivencias una fantasía no susceptible de conciencia -el deseo de que el hermano muriera-, y por eso la analogía entre los dos casos no podía devenir consciente. La sensación de esta analogía se sustituyó por el fenómeno de haberlo vivenciado ya antes, al desplazarse a la localidad la identidad del rasgo común.

    Como se sabe, la designación «déjà vu» incluye toda una serie de fenómenos análogos: un déjà entendu» {«ya escuchado»}, un déjà éprouvé {«ya vivenciado»}, un déjà senti {ya sentido}. El caso que, entre otros muchos, escojo para informar aquí contiene un déjà raconté {«ya contado»} que también se podría derivar de un designio inconsciente no ejecutado.

    Un paciente refiere en el curso de sus asociaciones: «Cuando a la edad de cinco años jugaba en el jardín con un cuchillo y me corté el dedo meñique -¡oh! sólo creí que me lo había cortado- . . . Pero si ya se lo he referido a usted». Yo le aseguro que no recuerdo nada parecido. Y él asevera, cada vez más convencido, que es imposible que se engañe en eso. Por fin pongo término a la polémica de la manera que he indicado al comienzo, y le ruego que de todos modos me repita la historia. Luego ya veríamos.

    «Tenía cinco años; jugaba en el jardín junto a mi niñera y tajaba con mi navaja la corteza de uno de aquellos nogales que también desempeñan un papel en mi sueño. De pronto noté con indecible terror que me había seccionado el dedo meñique de la mano (¿derecha o izquierda?), de tal suerte que sólo colgaba de la piel. No sentí ningún dolor, pero sí una gran angustia. No me atreví a decir nada al aya, distante unos pocos pasos; me desmoroné sobre el banco inmediato y permanecí ahí sentado, incapaz de arrojar otra mirada al dedo. Al fin me tranquilicé, miré el dedo, y entonces vi que estaba completamente intacto».

    Poco después nos pusimos de acuerdo en que no pudo referirme antes esa visión o alucinación. Entendió muy bien que yo no podía haber dejado de valorizar semejante prueba de la existencia de la angustia de castración cuando él tenía cinco años. Así se quebraba su resistencia a aceptar el complejo de castración, pero me planteó esta pregunta: «¿Por qué estuve tan seguro de haber contado ya ese recuerdo?».

    Entonces a ambos se nos ocurrió que él repetidas veces, con diversas ocasiones, pero siempre sin fruto, había expuesto el siguiente, pequeño recuerdo:

    «Cierta vez que mi tío salía de viaje nos preguntó a mi hermana y a mí qué queríamos que nos trajese. Mi hermana le pidió un libro; yo, una navaja». Así, ambos entendimos esa ocurrencia que había aflorado meses antes como un recuerdo encubridor del recuerdo reprimido y como un amago del relato sobre la supuesta pérdida del dedo meñique (inequívoco equivalente del pene), relato interceptado por la resistencia. El cuchillo, que su tío por lo demás le trajo, era, según su recuerdo seguro, el mismo que aparecía en aquella comunicación por largo tiempo sofocada.

    Creo superfluo agregar nada más a la interpretación de esta pequeña experiencia, en la medida en que ella arroja luz sobre el fenómeno de fausse reconnaissance. Respecto del contenido de la visión del paciente, señalaré que tales espejismos alucinatorios no son raros justamente dentro de la ensambladura del complejo de castración, y que de igual modo pueden servir para rectificar percepciones indeseadas.

    En 1911, una persona de formación académica de una ciudad universitaria alemana, persona a quien no conozco y de la cual ignoro también su edad, me hizo la siguiente comunicación acerca de su infancia, autorizándome a disponer libremente de ella:

    «A raíz de la lectura de su estudio sobre Leonardo, lo que usted expone entre las páginas 29 y 31 me movió a una contradicción interna. Su señalamiento de que el niño varón está gobernado por el interés hacia su propio genital despertó en mí un señalamiento contrario de esta clase: «Si esa es una ley universal, al menos yo soy una excepción». Y hete aquí que leí las líneas siguientes (páginas 31 hasta 32 arriba) con el mayor asombro, aquel asombro que se apodera de uno cuando toma conocimiento de un hecho enteramente novedoso. En medio de mi asombro me acudió un recuerdo que me enseñó -para mi propia sorpresa- que no me era licito considerar tan nuevo aquel hecho. En la época en que yo me encontraba inmerso en la investigación sexual infantil, por un feliz azar tuve oportunidad de contemplar el genital de una compañerita de mi misma edad y le noté con toda claridad un pene de igual clase que el mío propio. Pero poco después la visión de estatuas y desnudos femeninos me sumió en nueva confusión y, para salir de esta discrepancia «científica», lucubré el siguiente experimento: hice desaparecer mi genital entre los muslos, apretando estos, y comprobé con satisfacción que de ese modo quedaba eliminada toda diferencia con el desnudo femenino. Evidentemente, pensé entre mí, también en el caso del desnudo femenino los genitales se habían hecho desaparecer de igual manera.

    Pero en este punto me acude otro recuerdo que desde siempre ha sido para mí de la mayor importancia, pues es uno de los tres de que consta mi recuerdo global sobre mi madre tempranamente fallecida. Mi madre está ante el lavabo y limpia los vasos y jofainas, mientras yo juego en la misma habitación y hago alguna travesura. Como castigo me dan de palmadas en la mano: entonces, para mi grandísimo horror, veo que mi dedo meñique se cae, y cae precisamente en la tinaja. Como sé que mi madre está enojada, no me atrevo a decirle nada, y más horrorizado todavía veo cómo poco después la muchacha de servicio se lleva la tinaja. Durante mucho tiempo estuve convencido de haber perdido un dedo; probablemente, hasta la época en que aprendí a contar.

    A menudo he intentado interpretar este recuerdo que -como ya consigné- siempre tuvo para mí la mayor importancia por su relación con mi madre: ninguna de esas interpretaciones me dejó satisfecho. Sólo ahora -tras leer su obra- vislumbro una solución simple, satisfactoria, del enigma».

    Otra variedad de fausse reconnaissance no raramente sobreviene, para satisfacción del terapeuta, en la conclusión de un tratamiento. Después que se consiguió, contra todas las resistencias, abrir paso al suceso reprimido, de naturaleza objetiva o psíquica, obteniendo su admisión, por así decir rehabilitándolo, el paciente dice: «Ahora tengo la sensación de que siempre lo supe». Con ello queda resuelta la tarea analítica.

  • «el idiota de Freud», exclamó Alma Mahler

    «el idiota de Freud», exclamó Alma Mahler

    Dicen que Lacan era tacaño. Y basta ver la casa de Freud donde se instaló en Londres para intuir que también se hizo rico. Digo también porque parece que ambos compartían sendos rasgos. Cobraban mucho y administraban el negocio.
    A Freud no le gustaba la música (allá queda el piano al que tuvo que renunciar la hermana para que él pudiese estudiar sin distraccions) y a Lacan tampoco le interesó.
    Un lastre histórico para las pretensiones del psicoanálisis, que ignora el lenguaje más importante después del verbal y el matemático

    Freud y Mahler eran judíos y vieneses famosos. Paradoja: jamás se encontraron. Excepto en una ocasión, a iniciativa del compositor tras dos tentativas fallidas, en Leiden (Holanda) en 1910.
    Se entrevistaron solo durante unas horas, que han pasado a la mitología de la historia de la cultura en forma de acontecimiento. El encuentro mítico ha inspirado, por ejemplo, el documental fancés La Cinquième Symphonie de Mahler, d’un pas mesuré (2009), la película alemana Mahler auf der Couch (2010)


    DOCUMENTAL
    La Cinquième Symphonie de Mahler, d’un pas mesuré. Pierre-Henry Salfati (Francia, 2009)

    FICHA:
    https://www.film-documentaire.fr/4DACTION/w_fiche_film/23948_0

    «D’un pas mesuré», telle est l’indication que donne Mahler au début du premier mouvement de sa cinquième symphonie qui s’ouvre par une marche funèbre monumentale. Cette composition évoque un lourd traumatisme d’enfance que Mahler confie à Freud. Au cours d’une unique rencontre, les deux hommes se sont promenés un jour d’août 1910. Une longue ballade… D’un pas mesuré. Promenade psychanalytique de quatre heures qui bouleversera sa vie d’homme et de compositeur.

    CÓMO VER:
    ARTE Boutique (alquilar o comprar)
    MUBI (en este momento, no disponible)

    FRAGMENTO:
    https://vimeo.com/93620492


    Mahler auf der Couch. Felix O. Adlon, Percy Adlon, 2010


    Mahler murió al año siguiente de la entrevista con Freud. Por lo visto, el músico no había pagado la sesión. Por prisas, despiste o la típica falsa indiferencia hacia el dinero de los artistas.
    ¿Y qué hizo Freud? No lo olvidó y escribió a la viuda reclamando el pago de la minuta.
    Se entiende que la sofisticada Alma, que siempre se relacionó con la aristocracia cultural de su época, se refiriese al psicoanalista como «el idiota de Freud».

  • Vida de Freud (2): Investigando

    Vida de Freud (2): Investigando

    Médico. Neurólogo. Investigaba cerebros de ranas…Publicaba (una compulsión de por vida) artículos en pos del triunfo y la fama desde jovencito.
    Total: 13 años dedicados a la neurología clínica (internado en el Hospital General de Viena, neuropediatría ambulatoria en el Instituto Kassowitz, consultorio privado)

    La lista siguiente de publicaciones arranca cuando apenas tenía 22 añitos:

    1877: Observaciones sobre la morfología y estructura fina de los órganos lobulados de la anguila, descritos como testículos
    1877: Sobre el origen de las raíces nerviosas posteriores en la médula espinal del amocetes
    1878: Sobre los ganglios raquídeos y la médula espinal del Petromyzon
    1879: Noticia sobre un método para preparaciones anatómicas del sistema nervioso
    1882: Sobre la estructura de las fibras y de las células nerviosas en el cangrejo de río
    1884: Hemorragia cerebral con síntomas basales focales indirectos en un paciente con escorbuto

    Y así hasta 1888, cuando se interesó por la hipnosis y la sugestión, a un ritmo de cuatro o cinco publicaciones cada año sobre particularidades neurológicas.

    El artículo sobre el escorbuto que cerraba la lista de arriba es el primero de tres con los que se postulaba como docente para enseñar Neurología, poco antes de trasladarse a París para estudiar con Charcot.

    Pero la solicitud fue desestimada. La condición de judío de Freud parece que pesó sobre la negativa.
    El episodio está contado en el manga Sigmund Freud. Introducción al psicoanálisis (la otra h, 2017) A continuación, las 9 páginas que recogen el incidente:


    Paradoja: Viena y en general la sociedad austríaca había experimentado un fuerte crecimiento económico en parte gracias a la actividad comercial de una comunidad judía mal que bien asimilada. Pero el antisemitismo marcaba territorio y solo unas décadas después la Gestapo detuvo a los hijos de Freud, los nazis quemaron y prohibieron sus libros y sus hermanas murieron en campos de concentración.


  • las 2 (o 3 o 4) etapas de Freud

    las 2 (o 3 o 4) etapas de Freud

    [Protopsicoanálisis o Etapa Preanalítica] 1886-1896
    Hipnotismo, sugestión
    Charcot (1893)
    Las neuropsicosis de defensa (1894)
    Estudios sobre la histeria (1895)
    Proyecto de una psicología científica (1895),

    [Etapa Analítica] 1896-1909
    Asociación libre, Primera tópica, pulsión, represión, Edipo, primera teoría pulsional
    La interpretación de los sueños (1900),
    Psicopatología de la vida cotidiana (1901)
    Tres ensayos de teoría sexual (1905)
    El chiste y su relación con el inconsciente (1905)

    1911-1920 
    Tótem y tabú (1912)
    Introducción al narcisismo (1914),
    Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17)

    [El giro de 1920] 1920-1939 
    Segunda tópica, segunda teoría pulsional, compulsión de repetición
    Más allá del principio de placer (1920)
    La psicología de las masas y análisis del yo (1921),
    El yo y el ello (1923),
    El malestar en la cultura (1925),
    Inhibición, síntoma y angustia (1925)
    Nuevas aportaciones al psicoanálisis (1933)


    • empezó estudiando la histeria,
    • siguió con las neurosis,
    • continuó con el Inconsciente y una teoría general de la psique,
    • amplió a la sociedad (La psicología de las masas, El malestar en la cultura),
    • llegó a la Historia (Tótem y tabú, Moisés)

    Hay un montón de conceptos y teorías que bailan entre una y otra etapa a medida que Freud las reformulaba. Represión, libido, mecanismos de defensa…

  • «Dora» (Ida Bauer)

    «Dora» (Ida Bauer)

    «Anna O». y «Dora», los dos casos sobre los que se levanta buena parte de la arquitectura psicoanalítica. Comentados y destripados hasta el aburrimiento: una búsqueda en Google de la cadena «caso dora» arroja 34 millones de resultados.
    «Fragmento de análisis de un caso de histeria» (caso «Dora»), Tres ensayos de teoría sexual: textos canónicos de lectura obligatoria para el estudiante.

    Sin embargo, ambos tienen algo o bastante de casos fallidos. Tanto Bertha/»Anna O.» como Ida/»Dora» dejaron el análisis. Acting out. Según Freud y muchos exégetas, por inmadurez de las dos clientas. Y, con la boca pequeña, porque ambos terapeutas no supieron leer del todo ni uno ni otro caso, igualmente por inmadurez, en este caso profesional: «Anna O.» y «Dora» estrenan el psicoanálisis, todo estaba por inventar.

    Freud acusa a Breuer (quien dirigió la cura de «Anna O.») de no haber sabido registrar la contratransferencia ni aceptar el origen sexual de la histeria.
    Peor con «Dora»: Freud insistió en encajar la realidad en su teoría. Desestimó las quejas de la adolescente, casi una niña, por ser objeto del acoso sexual del sr. K y del acoso familiar inspirado por su propio padre. Y encima, acoso interpretativo de Freud. Tres hombres maduros en sintonía para acallar la protesta ¿histérica? de la chica.

    ¿Extraño que el presunto tratamiento apenas durase tres meses?
    ¿Extraño que tantas interpretaciones recientes detecten el paternalismo patriarcal de Freud, que compartía con su época?
    ¿Extraño que Freud, tenaz y ambicioso como pocos, revisase posteriormente el caso «Dora» reconociendo sus posibles errores? Por ejemplo, no haber sabido ver la homosexualidad: la histérica se pregunta qué es ser mujer desde la mirada de un hombre (sic) Pero se congratula de haber confirmado la supremacía de la represión sexual por sobre el trauma. ¿Ser acosada a los 14 años por un tipo casado con el consentimiento de un padre que la usaba como moneda de cambio para mantener su adulterio… esto no es un trauma?
    No, en aquel tiempo todo esto eran alucinaciones de histérica.

    «Dora» formaba parte del entorno judío de Freud. Su familia vivía en la misma calle y el padre de «Dora» (todo un personaje: industrial rico, tuberculoso y sifilítico de joven, medio ciego que recuperó la vista) había sido tratado por Freud, aconsejado por nada menos que el sr. K, otro galán que no podía soportar a su mujer. Intercambio de parejas, con la madre de «Dora» dedicada a limpiar la casa y con ganas de que el sr. K resultase una influencia socialmente rentable.
    La sagacidad de Freud no bastó para darse cuenta de lo elemental («Dora», abusada), tal vez porque este juego perverso de sexualidades hipócritas era varonil y respetable. Invisible.

    ¿Y después de las sesiones?
    Ida Bauer (1882-1945) se casó y llevó, ya emigrada a EEUU, una anodina vida de ama de casa. Aburrida y frustrada, aparcada por un marido que la engañaba y un hijo director de orquesta que triunfaba con las mujeres.
    Por cierto, su hermano Otto Bauer (1881-1938) fue destacado líder socialdemócrata y ministro de Asuntos Exteriores austríaco.
    Y una curiosidad: existe otra famosa Ida Bauer, cantante y actriz coetánea de «Dora», cuya imagen en ocasiones se atribuye a la paciente de Freud.

    A medida que pasa el tiempo, las lecturas del fundacional «caso Dora», las lecturas, sobre todo de mujeres, se alejan más de la ortodoxia. Ya no se ve como un caso de resistencia («Dora» se niega a aceptar la interpretación de Freud, ahí está la resistencia, porque rehúye el contacto con la sexualidad; se refugia en el padre para sostenerlo al estilo de las histéricas) sino una falta de sensibilidad masculina, marca de la casa de la época: la incapacidad de ver un abuso. De dos. A los que Freud sumó el suyo propio.


    WEBGRAFÍA
    · La Dora de Freud: ¿El primer gran caso psicoanalítico es un fracaso?
    · Raúl Portas Esquivel: Nota biográfica sobre el caso Dora
    · David Sachs: Reflexiones para el caso Dora de Freud después de 48 años
    · Notas sobre la biografía de Ida Bauer (Marcelo Orandi)

    · Caso Dora: la historia de un fracaso (Paula Mastandrea)

    BIBLIOGRAFÍA

    Katharina ADLER: Ida (Otro Cauce. 404 págs)
    Escrita por su bisnieta, se estructura en torno al historial clínico freudiano y, mediante la evocación de las formulaciones contemporáneas al tratamiento, nos permite adentrarnos en lo particular de la vida individual y familiar de Ida hasta llegar a la mujer adulta que supo con posterioridad con quién se había encontrado en su juventud y el efecto duradero que dicho encuentro tuvo a lo largo de su vida.

    Marge THORELL: Freud’s Dora (McFarland, 232 págs)
    Freud’s 17-year-old case study «Dora» is well known in the literature of psychoanalysis. Yet few know the full story–told here for the first time–of this notable woman, who walked out on Freud after three months and, in a sense, cured herself: Born into an important Jewish-Austrian family, Ida Bauer Adler suffered from «petite hysteria»–loss of voice, difficulty breathing, migraines, fainting spells–brought on by the overt sexuality of her relatives

    Eloísa CASTELLANO MAURY: El caso Dora, más allá del diván. Diario imaginario de Ida Bauer (Biblioteca Nueva, 142 págs)
    La autora ha intentado pasar al otro lado de la escena habitual, abandonando la posición de terapeuta y poniéndose en el lugar de la paciente, dándole la palabra «más allá del diván», escuchando sus quejas, su lucha, sus angustias. Ha acompañado a «Dora» en sus tres meses de análisis con Freud, imaginando sus fantasías más íntimas, compartiendo las frustraciones y la rabia que no supo o no pudo expresar a su psicoanalista… quizás porque Freud, en su contratransferencia no se lo permitió.

    Hannah DECKER: Freud, Dora y la Viena de 1900. Biblioteca Nueva, 2013, 415 págs.
    La exploración que  hace Hannah S. Decker de Dora es una empresa noble, especialmente a la luz de la literatura que se ha desarrollado en torno a este caso, uno de los más tristes de Freud. Al poner a Dora en su ambiente, su familia, su ciudad, su religión, y su país, ha logrado recrear esta persona compleja y emplazar nuestro conocimiento de la relación de Freud con esa paciente sobre una nueva base. Ésta es una contribución importante.
    Su erudición es impresionante.

    FILMOGRAFÍA

    Sigmund and Dora (Abby Lincoln, Rob Merrit. Guión y dirección: Shelby Hagerdon) 2020
    [IMDb] [Facebook]

    Sigmund Freud’s Dora (Dirección: Jane Weinstock) 1979, 35 minutos [enlace]

  • «Anna O.» (Bertha Pappenheim)

    «Anna O.» (Bertha Pappenheim)

    La distancia abismal entre la Anna O. descrita por Breuer y citada por Freud -que nunca la trató-, y Bertha Pappenheim (1859-1936)
    Entre una criatura culta y sensible pero débil (una histérica enamorada de su terapeuta, una enferma necesitada de internamientos recurrentes) y una mujer empoderada (activista, reformadora, feminista, escritora, traductora. Una heroína, pionera en la defensa de los derechos de la infancia y la mujer)

    ¿Distancia abismal? Según Ángeles Llorca Díaz, no. Breuer había detectado las fortalezas de su paciente (entonces enclaustrada en una situación familiar tóxica) que se manifestaron posteriormente. Fueron los enredos de la política psicoanalítica quienes crearon la leyenda.

    La literatura psicoanalítica conoce a Anna O. y su repertorio de síntomas neuróticos (tos, mutismo, olvido de la lengua materna, anorexia, estrabismo, anestesia en partes del cuerpo, alucinaciones, impulso suicida, sonambulismo, embarazo histérico…) También que el psicoanálisis casi nació con el método catártico de Breuer que la propia Anna O. bautizó como talking cure o chimney sweeping.
    O las disputas por ganar el relato, animadas por Freud mediante su fiel Jones: que si Breuer huyó, que si Anna O. no se curó, que si Breuer fue incapaz de asumir un origen sexual en el trastorno histérico…

    Pero fue ella quien decidió acabar con el tratamiento.
    ¿Y después? Anna O. desaparece para la historia del psicoanálisis. Queda Bertha. Se traslada a Frankfurt con su madre, donde dirigió y reformó el Orfelinato para niñas judías, combatió la trata de niñas judías, fundó la Liga de Mujeres Judías, dirigió un grupo en la Conferencia General de Mujeres Alemanas, fundó el Hogar donde se acogían y educaban niñas refugiadas, culpó a la mentalidad judía masculina del tráfico de mujeres judías, participó en Congresos, escribió libros como Los trabajos de Sísifo.

    Más:
    Márcia Rosa: La herejía de Anna O. o la función social y política de la histeria


    Biografías de Bertha Pappenheim:

    Melinda GUTTMANN: Enigma of Anna O: A Biography of Bertha Pappenheim
    Lucy FREEMAN: The story of Anna O.

  • Freud según Betty Friedan

    Freud según Betty Friedan

    Betty Friedan (1921-2006) dedica todo el capítulo 5 de su libro La mística de la feminidad (1963) al psicoanálisis de Sigmund Freud para denunciar y rebatir las teorías sobre la mujer y la sexualidad que Freud había instituido y que los psicoanalistas norteamericanos de los años 60 todavía continuaban aplicando como dogma de fe.
    El título del capítulo resume bien su contenido: El solipsismo sexual de Freud

    Destaco algunas citas literales:

    Es preciso saber lo que Freud estaba describiendo en aquellas mujeres victorianas para comprender la falacia que supone aplicar literalmente su teoría de la feminidad a las mujeres de hoy en día […] Gran parte de ello se ha quedado obsoleto y ha sido contradicho por el conocimiento que forma parte del pensamiento de cualquier científico social hoy en día, pero que no se conocía en tiempos de Freud.

    Pero a la hora de describir e interpretar dichos problemas, fue prisionero de su propia cultura. La investigación moderna ha puesto de manifiesto que mucho de lo que Freud creía ser biológico, instintivo e inmutable es en realidad consecuencia de unas causas culturales específicas. Mucho de lo que Freud describía como característico de la naturaleza humana universal era sólo característico de determinados hombres y mujeres de la clase media europea a finales del siglo XIX.

    Ernest Jones, su biógrafo, dijo que «Freud hizo un intento desesperado por aferrarse a la seguridad de la anatomía cerebral». De hecho, tuvo la capacidad de ver y de describir los fenómenos psicológicos de una forma tan vívida que, aunque sus conceptos recibieron nombres que tomó prestados de la fisiología, la filosofía o la literatura —envidia del pene, ego, complejo de Edipo— daban la sensación de tener una realidad física concreta.

    Toda la superestructura de la teoría freudiana se basa en el estricto determinismo que caracterizó el pensamiento científico de la era victoriana. […] no sólo la cultura de la Europa victoriana, sino la cultura judía en la que los hombres repiten diariamente la plegaria: «Te doy las gracias, Señor, por no haberme hecho mujer», y las mujeres rezan sumisas: «Te doy las gracias, Señor, por haberme creado según tu voluntad.»

    El complejo de castración y la envidia del pene, dos de las ideas más elementales de todo su pensamiento, son conceptos postulados partiendo del supuesto de que las mujeres son biológicamente inferiores a los varones.

    Todas aquellas mujeres en las que advirtió problemas sexuales sin duda debían de tener graves problemas de bloqueo del crecimiento, un crecimiento carente de una identidad humana plena.

    Freud fue interpretado para las mujeres estadounidenses en unos términos curiosamente tan literales que el concepto de envidia del pene adquirió una vida mística propia, como si existiera independientemente de las mujeres en las que se había observado.

    Etcétera. Contundente y clara como suelen ser los/las ensayistas norteamericanos/as.
    Freud elevó a categoría psicológica universal lo que eran condiciones de vida de la mujer burguesa en la era victoriana. Y lo hizo a partir de prejuicios machistas de la época, que Friedan ejemplifica con abundantes textos del propio Freud en los que reivindica los tópicos de la mujer sumisa y dulce, buena esposa y mejor madre, que definieron su conducta personal durante su vida.