Dominante, inteligente, egocéntrica, presumida hasta ser considerada bella, vitalista, resuelta. Una mujer fuerte.
Llamaba a su adorado hijo mayor «mi Sigi de oro» refiriéndose a Sigmund Freud. Una relación privilegiada que no evitó que el niño sintiese celos, aliviados porque el hermano que nació un año después murió con solo ocho meses de edad. Después, el matrimonio Freud tuvo otros seis hijos.
Amalia Nathanson era de familia judía procedente de Galitizia en la actual Polonia, como su marido Jacob. Este le llevaba veinte años, había enviudado dos veces y tenía dos hijos de su primer matrimonio: una relación desigual, como la que mantuvo Sigmund con ambos: de rivalidad y cierta vergüenza hacia su padre, de complicidad y veneración mutua hacia la madre.
Ella fue la inspiradora del complejo de Edipo ideado por el psicoanalista: en un viaje en tren, siendo niño, contempló desnuda a su madre y esta imagen fugaz provocó en el niño una excitación sexual.
Y de este vínculo pueden inferirse algunos rasgos de la conducta sexual de Freud: casi indiferente hacia su mujer e inhibida hacia las numerosas mujeres (clientas, admiradoras, partenaires intelectuales) que se le acercaban. Un moralismo que contrasta con el atrevimiento con que exploró la sexualidad infantil. Queda en el secreto de las hipótesis la relación que mantuvo con su cuñada y el marcado heteropatriarcado que ejerció sobre sus hijas.








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