Anton Walter Freud (1921-2004) nació en Viena, hijo de Jean Martin Freud y Ernestine Drucker.
Su padre, Jean Martin Freud (1889-1967) era el mayor de los hijos varones de Freud, que lo inscribió con este nombre en recuerdo y homenaje a Charcot.
El matrimonio tuvo otra hija, Miriam Sophie (la nieta disidente y la última nieta viva del patriarca), pero se separó al cabo de unos años. Anton Walter siguió viviendo con su padre y su hermana Sophie con su madre.




Anton Walter fue uno de los primeros nietos de Freud, aunque el mayor fue Ernst (famoso porque inspirara la teoría del Fort Da)

Anton Walter tuvo una infancia feliz pero una adolescencia más que difícil: tras la Anschluss y el acoso nazi (Jean Martin fue retenido por la Gestapo), parte de la familia huyó de Austria y él emigró con su padre a Inglaterra donde ambos fueron recluidos como prisioneros de guerra y deportados a Australia.
Regresó rehabilitado e ingresó en el servicio secreto británico, protagonizando en el campo de batalla una acción militar heroica.

Acabada la guerra, investigó crímenes del nazismo. Dejó el Ejército con el grado de comandante y trabajó como ingeniero químico hasta su jubilación. Una vida de película, como tantas durante la caótica primera mitad del siglo XX.
Orgulloso de su ascendencia judía y de haber formado parte de la élite vienesa de cambio de siglo:
«Sí, nací siendo judío y espero morir siéndolo. Sí, estoy muy orgulloso de ello. No tengo ningún sentimiento de vergüenza. Creo que los judíos vieneses eran la cima de la creación casi, y son muy emprendedores y exitosos».
Anton Walter Freud ha pasado a la historia de la saga por el texto Un abuelo austríaco, recogido parcialmente en el libro Freuds’ War de Helen Fry. En este texto, Anton Walter reivindica la figura de su abuela y la influencia positiva que tuvo en la vida y obra de Sigmund Freud:
“La primera estrella de esa corte fue sin duda la abuela. No solo fue la primera, sino que también fue la catalizadora que hizo que toda la corte funcionara. Ya he mencionado que los detractores del abuelo, incapaces de atacarlo por razones científicas, le han imputado malas prácticas sexuales, así como el cese de las relaciones sexuales y un cambio de afecto de su esposa a su cuñada. Estas historias fueron invenciones maliciosas o repetidas por quienes no tuvieron el privilegio de conocer a mis abuelos. Según mi experiencia personal, y lamentablemente mis propios padres me han dado muchas oportunidades para reconocer un matrimonio infeliz, mis abuelos paternos eran una pareja particularmente devota. La abuela estaba terriblemente orgullosa de su marido y hablaba de él constantemente. Todo el comportamiento del abuelo hacia su esposa mostraba su afecto … Si la abuela no hubiera sido la perfecta ama de casa, su esposo podría haber aprendido a arreglar los estantes de la cocina, cambiar arandelas y lidiar con el carnicero, pero no habría tenido tiempo para escribir sus Obras Completas de 24 volúmenes. El gran logro de la abuela en la vida fue proporcionar el tiempo y la libertad para que el abuelo siguiera sus ideas.”
