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Schubert había muerto en 1828. Casi cuarenta años después, nace Klimt (1862-1918). Ambos en Viena.
El músico romántico y el pintor modernista: dos iconos del arte vienés del siglo XIX, que uno abre y el otro cierra.
Pero también dinero y poder en la capital del Imperio con el que financiar el arte.
Entre ambos artistas, un millonario: Nikolaus Dumba (1830-1900), empresario , mecenas y político influyente. Había nacido también en Viena, apenas un año después de la muerte de Schubert. Se hizo amigo de Klimt y vinculó ambas épocas a manera de puente.
En 1899, Nikolaus Dumba encarga a Klimt un cuadro que muestre a Schubert tocando el piano en una de sus famosas veladas musicales.
Dumba ejerce de puente entre dos artistas representantes de dos mundos de la Viena que se sentía inmortal.
Tres generaciones (Schubert – Dumba – Klimt) reunidas en un cuadro, homenaje al espíritu vienés del siglo XIX.

El cuadro tenía unos 2 metros de ancho y colgaba en el salón de música de la casa (más bien de palacete) de Dumba, pero fue destruido en un incendio en 1945.
El cuadro, junto a otras obras de arte y una decena más de cuadros de Klimt, había sido incautado por los nazis en 1938 a su propietario, un coleccionista judío, y posteriormente almacenado en un castillo cercano al pueblo austríaco de Immendorf. En 1945, en plena retirada del ejército alemán, una unidad de las SS hizo explosionar el espacio destruyendo todo el arsenal artístico que albergaba.
Se conserva una fotografía en color del cuadro y otra en blanco y negro colgando en el salón de Dumba.
También este boceto previo, datado en 1896:

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