La pulsión es uno de los conceptos fundamentales de la teoría de Freud, junto al Inconsciente, la represión o el complejo de Edipo.
La pulsión es un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo. Está por tanto entre lo orgánico y lo anímico.
Se diferencia del instinto animal en que no está limitada por el código genético.
La pulsión contiene cuatro elementos:
- empuje (es constante y por esto nunca alcanza plena o definitiva satisfacción),
- meta (la descarga o satisfacción, que siempre es parcial),
- objeto (variable, no predeterminado, a diferencia del instinto animal)
- fuente (una parte del cuerpo, típicamente una zona erógena de la piel)
Freud planteó diversas clasificaciones a lo largo de su obra. De forma resumida, las pulsiones se dividen en dos tipos:
PULSIONES DE VIDA o EROS
- Yoicas o de autoconservación (comer, descansar y demás funciones corporales)
- Sexuales: amor de objeto (a otros) y amor yoico (narcisismo)
PULSIONES DE MUERTE (o TÁNATOS)
- Pulsión de muerte (dirigida al interior: masoquismo y prácticas autodestructivas como son las adicciones)
- Pulsión de destrucción (dirigida al exterior: sadismo y formas violentas de agresión a los demás)
Las pulsiones de muerte fueron elaboradas por Freud tardíamente. Suponen una revisión de su hipótesis fundamental según la que el aparato psíquico busca el placer y evita el displacer, de acuerdo al principio de homeostasis o equilibrio.
Freud estudió y trató las neurosis de guerra, tras la I Guerra Mundial, y descubrió que los soldados revivían una y otra vez episodios traumáticos. Llegó a proponer que el aparato psíquico tiende a alcanzar un punto de excitación cero anterior a la vida: lo viviente busca retornar a lo inanimado. De ahí que esta pulsión de muerte se conozca como principio de Nirvana.