Sí, a modo de las religiones. La verdad le fue revelada a Moisés. La verdad le fue revelada a Mahoma.
Una voz, una aparición, un sueño: medios para la revelación divina.
Así, con Freud y su religión, el psicoanálisis.
A punto de cumplir los 40, mientras veraneando en Bellevue, tuvo la revelación. La epifanía.

Y como no pecaba precisamente de humildad, le escribió a Fliess que imaginaba una placa sobre mármol que inmortalizaría el momento:

“En esta casa, el 24 de Julio de 1895, el secreto de los sueños le fue revelado al dr. Sigmund Freud”
Tal cual. El año 1977 se colocó la placa con la inscripción en el Hotel Bellevue de Viena.


Y todo a cuenta del sueño que había tenido hacía un tiempo, en el que una paciente neurótica llamada Irma se mostraba muy desmejorada debido a una inyección sin esterilizar que le había puesto el doctor Otto, colega que compartía el seguimiento del caso Irma.
Mira por dónde que este doctor Otto visitó a Freud el 23 de julio, el día anterior a la efemérides, y le trasladó su preocupación por el estado de la enferma.
La visita funcionó a manera de resorte y Freud entendió de golpe el significado y el mecanismo del sueño. Le fue revelado el secreto de la interpretación de los sueños, que convirtió en la Biblia del psicoanálisis cuatro años después.
El sueño había sido la expresión disfrazada de dos deseos reprimidos: venganza contra el doctor Otto, que al parecer no valoraba el método de Freud, endosándole la culpa del fracaso médico; por otra parte, ¿cómo no?, la atracción sexual que despertaba Irma en Freud.
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